Posiblemente mala memoria…

Camino rápido, muy rápido, llevo prisa ¿a dónde voy? No importa. Dejó de importar. Una voz amable me habla, primero dudoso, después cuando se coloca frente a mí, adquiere seguridad. Se escucha un “Holaaaa” pronunciado, cantado. Su tono no es de aquí. Posiblemente español. Él no tiene duda de mí, sabe quién soy. Yo tengo todas las dudas. No lo recuerdo. Su voz suena alegre. Lo siento familiar. Volteo a todos lados, puede ser una broma. No hay nadie. Me trata de abrazar. No correspondo a las señales de ir a sus brazos. Doy un paso atrás. Me separo. Sigue sorprendido por el encuentro. Se siente emoción de su parte. Mucha. De mi lado, todas las interrogantes. Debo decirle que no lo recuerdo [tic toc tic toc]… han pasado 3 minutos. Trato de recordar quién es, no encuentro en mi mente ni voz, ni cara que me lleven a alguien que recuerde; dice un “hola” con menos emoción y más seguridad, “soy Gregorio”, tampoco reconozco ese nombre. Trato, para evitar verme descolocada, sonreír. ¿Dónde he dejado mi memoria?, me reclamo. Solo sonreír, es lo que puedo hacer. Sonreír con la mirada. Él sigue platicando. No quiero interrumpir. En su plática refiere a personas que tampoco recuerdo. Pienso que he borrado a mucha gente de mi vida. Segura estoy que los alejo, no los olvido, pienso. Dudo de mi memoria. Gregorio sigue platicando. Es tanta la alegría por haber encontrado a quien cree que halló, que poco a poco voy desistiendo de mis ganas de aclararle que no soy esa persona que cree haber encontrado [tic toc tic toc]… han pasado 6 minutos.

No sé cómo me llamo, para él, ¿quién cree que soy? Entonces lo dice: me gusta verte bien Rebeca, tanto tiempo sin saber de ti. El nombre no me pertenece. Debo hablar y disculparme por la confusión. No puedo cortar el hilo de una plática tan rápida. Tan fluida. Es más, me parece una persona divertida. Un monólogo bien escuchado. No escatima en palabras, ni yo en escucharlo. Me gusta el ritmo con el que se expresa. Refiere con tono nostálgico, “los amigos han preguntado por ti”, “todos te extrañamos” [ tic toc tic toc]… han pasado 12 minutos.

No puedo seguirle la plática. Primera vez que no sé qué decir. Dejo que él hable. No tengo que hacer mucho, él está emocionado. Este encuentro no se lo esperaba. La sorpresa ha hecho en él que su voz no quiera detenerse. Dejo de escucharlo para esperar que pare y poder aclararle que no soy yo. Pero el tiempo sigue pasando, sigo sin hablar. Sonrío. Me siento a gusto. Debo aclarar la confusión. El tiempo perdido, pedir disculpas. Reírnos un rato por la confusión. Presentarme. Pienso que eso debió ser en respuesta a su saludo. No lo hice por descuido, no lo hice porque al principio dudé en conocerlo. Dudé de mí. Dudé de si en verdad lo conocía. Conozco a mucha gente. No quise ser grosera. Morbo no fue, pero siguen pasando los minutos, me veo imposibilitada a dar marcha atrás [ tic toc tic toc]… han pasado 18 minutos.

Pienso que pronto llegará la despedida, ya no tendré que hacer la aclaración, pienso. Eso me tranquiliza. Pronto su amiga reaparecida, volverá a desaparecer. Es todo. Me reiré en mi casa por esta charla. Me habla con cuidado, como si fuera una niña, no sabe cómo voy a reaccionar, teme a mis reacciones; poco a poco su dulce voz se vuelve un tímido reclamo; pregunta por mi ausencia, me suplica que vuelvan a estar todos juntos, que nos demos una nueva oportunidad. No sé de cuántos habla. Se oye un grupo grande y unido. Suplica que lo intente. Que me aparezca de pronto, que todos me extrañan, que se van alegrar. Aman las sorpresas. Lo escucho, ya no hay marcha atrás, no veo la salida de aclarar que no soy yo, Rebeca ha salido de su vida, de la vida de sus amigos, y no sabe por qué [tic toc tic toc]… han pasado 25 minutos.

La curiosidad me posesiona, sé que ya no es tiempo de aclaración. Una posible equivocación ya no es pretexto. Me pregunto, ¿qué fue lo que sucedió con mi gemela perdida? Gregorio no dice más. Entre todo lo que ha dicho, ha sido cauteloso de no repetir lo que posiblemente me invitó a no regresar. A irme. Lo veo fijamente, lo escucho, trato de entender qué le pasó a Rebeca. ¿Qué le pasó para no querer regresar con sus amigos? ¿Qué la hizo desaparecer?, pienso ¿estará bien… seguirá viva?, me preocupo. Gregorio entonces comenta que el día de mañana se van a reunir donde siempre, la hora, refiere, sí cambia… es nueva, dice que será a las 7 pm por Antonio y sus ocupaciones; ahora viaja mucho, debe levantarse temprano, todos lo apoyan modificando el horario de la reunión. Ella escucha, sabe la hora, pero sigue sin saber el lugar. Gregorio alude cuatro veces “donde siempre”, un lugar con información encriptada que elijo ignorar. No pregunto. Mejor no saber. No necesito más [tic toc tic toc]… han pasado 32 minutos.

Quiero irme, mi táctica simple. Abrazar a Gregorio, sonreír y decirle que lo voy a intentar. Ya tengo mi salida. Mi pretexto. Mi fuga de esta obra de teatro. La voluntad está puesta. Al menos Gregorio informará al grupo de nuestro (re)encuentro y de mi disposición de ir. En afán de sensibilizar a la persona que represento por error, mi desconocido saca de su bolsillo el celular para enseñarme en aras de nostalgia una foto de mi supuesto Yo. Mi Yo hace unos 5 años. Parece una fiesta de cumpleaños. Casi caigo y conmigo el celular que detengo en mi mano derecha, la impresión es mucha. Rebeca es igual a mí. Yo soy igual a Rebeca. Incluso decirle a mi nuevo desconocido que no soy yo, sería una disculpa que no entendería. Trato de reaccionar para no verme sorprendida de mi clon. Ya no quiero huir. Me interesa la vida de Rebeca. ¿En dónde estará?, pienso. Pronto me despediré y quedará como una anécdota más de aventuras a mis amigos, no me van a creer. Parece ficción. Gregorio sigue emocionado, me tiene enfrente, me dice que me buscaron por todos lados, que mi teléfono se encontraba apagado, decía número cambiado. Entiendo que Rebeca es más parecida a mí de lo que pudiera pensar. Se me hace tarde, voy a despedirme, de pronto devela el lugar del “donde siempre”. Ya tengo el lugar de la tertulia. Una información que no quería. No me queda lejos. Todas las piezas acomodadas para el reencuentro al que no iré. Al que no pertenezco [tic toc tic toc]… han pasado 39 minutos.

Me despido, muchos abrazos. Me duelen las piernas de estar parada tanto tiempo. Muchos abrazos. Muchas palabras de bienvenida, no hay despedidas. Me he quedado en vilo. No recuerdo ni a dónde iba. Se los dije, no era importante. No era relevante. Al menos cuando salí de la casa rumbo a, lo era. Ya no tiene importancia.

Pienso en Gregorio, un amigo perdido. En el grupo de amigos que no tengo. En esa me reunión. En el lugar de la cita. En que queda cerca. En ese parecido terrorífico con Rebeca. En que posiblemente mi voz sea igual, porque no dijo nada que lo hiciera reaccionar a una voz no conocida en el cuerpo de la Rebeca usurpadora. Rebeca falsa. Rebeca cobarde.

Amanezco, día siguiente. Abro los ojos. Pienso. Pienso mucho en Gregorio. Pienso en Antonio y su viaje. En los amigos perdidos. Pienso en la charla de ayer. Pienso en mi cobardía de no hablar… Cancelo reuniones. Escojo con esmero mi ropa, mi maquillaje, mis zapatos. Día ocupado. Día importante. Noche de sorpresas. Nunca me gustó mi nombre, pienso … Rebeca es un buen nombre.